Hola desde Saint Louis, Senegal. El viaje continúa después de largos días de desierto por Mauritania. Os dejo el relato.
VIAJE
27.10.2017 Dakla ( Marruecos ) - Frontera - Noadibou ( Mauritania )
De nuevo el día trajo nuevas experiencias, tras casi 400 km de infinito desierto me aguardaba la frontera, más de tres horas para cruzar y algo más de 90 euros menos, que me han dejado exhausto. Y alojarme en un camping caro, sin luz ni internet, sin apenas agua y donde tuve que esperar más de dos horas la cena… acontecimientos que me animan a acampar en los días venideros. El lugar por otra parte es precioso.
Estoy agotado y creo que no subiré por este territorio a la vuelta, no porque no sea bello y sobrecogedor, sino porque el simple hecho de cruzar las fronteras hace de la experiencia un suplicio… Pero finalmente, de qué sirve hablar del futuro … de nada.
Mientras esperaba la cena, sentado en el porche del “Bar” frente a la playa, se escuchaba suavemente el murmullo de las olas frente al rutilante baile de las barcas de los pescadores mar adentro.
Nota: en la habitación de ayer había un ratón, en la de hoy hay hormigas… siempre duermo acompañado.
28.10.2017 Playa en calma cerca de Noadibou ( Mauritania )
Me despierto y una bola blanca está sobre el mar, una playa en calma, un pájaro posado sobre unos palos que se elevan sobre el agua y un par de hombres pescando sobre una barca. Un guardián de piedra protege este bello lugar cuyo nombre ignoro.
Los ritmos por estas latitudes son muy particulares, no sólo los ritmos, y se precisa un cambio en la mirada para sincronizar el paso. El calor arrecia y con los aperos de la moto no es raro que, al parar, caigan chorros de sudor por las mangas.
Miro el mapa de una porción de África y me resulta inmenso este territorio, no sé dónde me llevarán mis pasos porque el viaje es una pulsión de ritmos y frecuencias donde el ánimo se yergue sobre las dunas, a veces, y en otras, se apoca como el sol de la tarde. Por esta razón desisto de hacer planes y me entrego a esta playa en calma en la cálida mañana.
28.10.2017 Desierto de Mauritania ( unos 100 km más abajo del Banc D’Arguin )
Dormir en medio del desierto es una nueva experiencia, y tras un día largo de ruta por uno de los lugares más desolados que puedan existir. El mundo se ha olvidado de Mauritania; apenas hay poblados y los que hay perviven en chabolas de hojalata.
El paisaje, por estar deshabitado y por sus singularidades es espectacular, desde llanuras de arena roja que se extiende más allá de los confines del horizonte con espejismos de agua hacia el Banc D’Arguin, a dunas de geometrías sinuosas adornadas con árboles, los árboles más bellos del mundo están en Mauritania: qué porte tan armonioso, qué ramaje tan sutil: son esculturas dignas de admiración.
Todo el mundo es amable y los niños son tan graciaosos y tímidos a un tiempo….
Apago la luz del farol para encender la luz de las estrellas del desierto, con ellas en esta noche única cumpliré 42 años.
29.10.2017
Desde el delta de un río frente a una bahía de pescadores recibo el viento de un nuevo país.
Después de miles de kilómetros de desierto, cuyos variantes paisajes llenos de belleza y sus aguerridos habitantes despertaron en mí un gran respeto y un aprecio enorme.
Después de la fiesta de la vida que es Nouakchott, la hilarante y frenética capital mauritana, donde millones de personas se desplazan sin dificultad por un caos inimaginable, que a mí paradójicamente me resultó completamente armónico. Ellos con su talante y su fluidez absorbían que la basura campara por las calles, los coches se cruzaran por cualquier parte o los burros o los perros o los niños o todos a la vez, con una tranquilidad y una elegancia impresionantes. Las mujeres en aquel escenario, vestidas con atuendos llamativos de colores vivos y con sus cuerpos esculturales resplandecían como las protagonistas de aquel espectáculo.
Y más adelante la calma, después de Nouakchott, no hay más cosa posible que la calma, por que más caos es imposible. Llegaron aldeas diseminadas pero de una arquitectura sencilla y nacida del lugar con árboles mágicos cuya sombra compartían personas, cabras y burros…
Y tras el desierto, un giro a la izquierda con una ligera pendiente y de repente un cambio radical de territorio, un pantanal, unas marismas llenas de flores de loto y vida por doquier, desde grullas a javalíes, pasando por todo lo que uno pueda imaginar.
Aquel camino rumbo a Djama, aquel camino de baches, tierra, arena y pantanos nos llevó a la frontera de Senegal y a su primer paraíso: Saint Louis, desde aquí, desde esta bahía de pescadores de belleza indescriptible, ha amanecido esta mañana.
p.d.: cuelgo fotos enseguida